Coincidiendo
con el día de hoy, 12 de octubre, exactamente 519 años después de la
llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas, los responsables de la
muestra y del Archivo Secreto Vaticano han revelado en exclusiva a La Vanguardia que entre el centenar de documentos de Lux in arcana figurará la bula Inter cetera de Alejandro VI
–el valenciano Rodrigo de Borja– en la que, siguiendo criterios
geográficos bastante inexactos, distribuyó entre España y Portugal los
dominios en el Nuevo Mundo, con la expresa condición de que los
habitantes de esos territorios fueran evangelizados.
La bula alejandrina, llamada también bula de partición,
tiene una historia compleja. Se realizó una primera versión, con fecha
3 de mayo de 1493, pero su contenido no satisfizo a los destinatarios
porque no quedaba clara la división territorial. Podía interpretarse
demasiado favorable a España en detrimento de Portugal, cuyo soberano,
Juan II, reivindicaba también con fuerza sus derechos. Por eso, tras las
consiguientes gestiones diplomáticas, se realizó una segunda versión,
datada retroactivamente el 4 de mayo de 1493 –aunque su redactado real
fue posterior–, en la que Alejandro VI, como árbitro aceptado por las
dos partes, establecía el dominio español en todos los territorios
descubiertos, hasta entonces y en el futuro, situados al oeste de un
meridiano imaginario, a unas cien leguas de las islas Azores y de las
islas de Cabo Verde. Esta división geográfica resultó en la práctica
incorrecta e inaplicable, pero al menos estableció un principio genérico
de reparto. Un año después, en 1494, un acuerdo diplomático
hispanoluso, el tratado de Tordesillas, corrigió las zonas de influencia
y desplazó en 370 millas el meridiano fijado por el papa.
La
bula original enviada a los Reyes Católicos se conserva en el Archivo
General de Indias. Pero el documento madre es el que se expondrá en los
Museos Capitolinos, la llamada copia de registro, que se halla en el
Registro Vaticano 777 del Archivo Secreto Vaticano. Según explicó a
este diario Alessandra Gonzato, portavoz del archivo, "la copia de registro
es en realidad la copia número uno, el texto fundamental, la única
garantía de autenticidad". En aquella época las bulas podían perderse
por el camino, ser manipuladas, falsificadas o destruidas. Esto último
ocurrió, por cierto, con la que excomulgaba a Lutero. La copia de registro,
guardada celosamente en el Vaticano, es la fuente infalible de los
actos papales y, en el caso de la que dividió América, su existencia, en
versión corregida de una anterior, explica también las vicisitudes de
la negociación diplomática que requirió el asunto.
En
la bula, Alejandro VI, un papa corrupto y despiadado con sus enemigos,
loa a los Reyes Católicos por la recuperación del reino de Granada de
los musulmanes y expresa su deseo de que "la fe católica y la religión
cristiana sea exaltada sobre todo en nuestros tiempos, y por donde
quiera se amplíe y dilate, y se procure la salvación de las almas, y
las naciones bárbaras sean sometidas y reducidas a la fe cristiana".
También incluye palabras de admiración hacia Cristóbal Colón, un "hombre
apto y muy conveniente" para la empresa que realizó.