Un interesante artículo escrito por la periodista judith de jorge
y publicado en la edición digital de ABC
La respuesta a la pregunta de qué nos hace humanos quizás
resida más en lo que nos falta que en lo que sí tenemos. Compartimos
el 96% de nuestro mapa genético con los chimpancés, nuestros parientes
vivos más cercanos, pero, sin embargo, somos claramente distintos,
unas diferencias que van desde el tamaño del cerebro... a los
genitales. Una nueva investigación realizada por científicos
norteamericanos apunta que la pérdida de ciertos fragmentos de ADN
durante la evolución puede ser la razón de que, por ejemplo, los hombres carezcan de «huesecillo» en el pene,
las espinas de queratina que caracterizan a muchos otros mamíferos,
desde los macacos a los ratones, pero que en nuestra especie se queda
en una mera fantasía sexual y en una de las obsesiones eróticas del
escritor Arthur Miller. De igual forma, ese silencio genético podría
explicar que determinadas regiones del cerebro humano sean mucho más grandes que las de los primates o que no dispongamos de bigotes sensoriales, como los gatos, para descubrir el mundo.
Para
llegar a estas conclusiones, que aparecen publicadas en la revista
«Nature», investigadores del Instituto Médico Howard Hughes y de la
Universidad de Stanford en California escanearon a conciencia el genoma
humano y lo compararon con los de varias especies. El equipo encontró 510 secuencias genéticas que
están presentes en los chimpancés y en otros animales, pero que,
«sorprendentemente, faltan en nuestro ADN», explica David Kingsley, uno
de los autores del estudio. Un análisis computacional ayudó a los
científicos a identificar las funciones de estos genes, casi todos
reguladores, es decir, que influyen en sus genes vecinos, y observaron
que están relacionadas con la señalización del receptor de hormonas
esteroides como la testosterona y con el desarrollo neuronal en el
cerebro. Curiosamente, «la mayoría de esta regiones también han
desaparecido del genoma del Neandertal, lo que indica que la supresión
tuvo lugar hace más de 500.000 años», apunta el investigador.
Sexo durante más tiempo
Una
de las secuencias desaparecidas está normalmente unida a la expresión
del receptor de andrógenos en los bigotes sensoriales y en los
genitales. El andrógeno es una hormona sexual responsable del
crecimiento de estos bigotes o vibrisas, y de la formación del hueso en los penes de muchos mamíferos.
La pérdida de estas estructuras disminuye la sensibilidad táctil de
los seres humanos -carecemos de pelillos para detectar las corrientes
de aire o percibir las distancias de los obstáculos en la oscuridad-, y
elimina la espina en el pene, pero, a cambio, aumenta la duración de las relaciones sexuales en comparación con los animales y, es de suponer, también permite que éstas sean más agradables.
Otra
secuencia silenciada podría contribuir a una expansión de la
producción neural en humanos y, por añadidura, a un cerebro más grande.
Los resultados pueden haber pavimentado el camino a la pareja monógama y la formación de una estructura social compleja, necesaria para criar a los relativamente indefensos niños humanos.
Los
científicos creen que todavía quedan muchas otras supresiones
específicas de los humanos por investigar y que, además de la cuestión
evolutiva, sus hallazgos pueden ayudar a descubrir importantes
diferencias fisiológicas que expliquen por qué los humanos son
vulnerables a enfermedades como la artritis, el cáncer, la malaria, el sida, el parkinson o el alzheimer.
ABC